En los viajes al espacio, los astronautas llevan comidas especialmente preparadas para adaptarse a la microgravedad, los recursos limitados y el entorno cerrado de la nave. Aunque comen alimentos similares a los de la Tierra —como carne, vegetales y frutas— éstos deben procesarse, conservarse y presentarse de forma distinta para que sean seguros y útiles.
La mayor parte de los alimentos se trata por secado, cocción u otros métodos para eliminar humedad y facilitar su almacenamiento, transporte y consumo. Así, se evitan migas o líquidos sueltos que puedan flotar y ocasionar accidentes.
Además, cuando la nave lo permite, los astronautas reciben frutas y verduras frescas enviadas desde la Tierra: son un “lujo” y también un refuerzo importante para su salud física y mental.
Por último, también se diseñan comidas para que sean nutritivas, equilibradas y fáciles de preparar en el espacio, ya que la alimentación influye tanto en el rendimiento como en el bienestar de los tripulantes.


