Los multivitamínicos suelen contener una mezcla de vitaminas esenciales —como A, C, D, E, K y del complejo B— junto con minerales como calcio, magnesio y zinc. Existen versiones pensadas para objetivos específicos como reforzar los huesos o el sistema inmune.
Pero ojo: los especialistas coinciden en que los nutrientes se aprovechan mejor cuando provienen de alimentos reales. En ellos vienen acompañados por grasas buenas y antioxidantes naturales que favorecen su absorción.
Al respecto, algunos estudios con cientos de miles de participantes no hallaron una relación clara entre el consumo de estos suplementos y una mayor esperanza de vida. En ciertos casos, algunos adultos mayores mostraron mejoras leves en memoria, y también se observaron descensos sutiles en riesgo de cataratas o cáncer de pulmón. Pero esos efectos no son concluyentes.
Hay grupos para los cuales los multivitamínicos pueden resultar útiles: personas mayores con déficit de B12 o vitamina D, quienes llevan dietas muy restrictivas, individuos con enfermedades que impiden nutrirse correctamente o niños con deficiencias detectadas por profesionales. En esos casos, estos suplementos pueden ser un complemento.
El otro lado de la moneda son los riesgos. Consumir mucho calcio puede dificultar la absorción de hierro, mientras que las vitaminas liposolubles (A, D, E y K) pueden acumularse y volverse tóxicas. Dosis altas de vitamina E pueden causar síntomas como diarrea o visión borrosa, y los suplementos en forma de gomitas representan un peligro para los chicos que puedan ingerirlos por accidente.
Por eso, la recomendación general es elegir productos certificados y usarlos únicamente bajo supervisión médica o nutricional. Lo ideal es que la base nutricional sea una alimentación variada y balanceada, y ver los multivitamínicos como un apoyo, no como un reemplazo.